jueves, 8 de marzo de 2012

Un sofá rojo.

    Hay cerca de mi casa, al lado del camino que da servicio al Canal Imperial varias casas en ruinas, torres que no tan antaño serían lugar de residencia de alguna familia y que ahora sirven como lienzo para el desfogue de grupos de jóvenes con ganas de ser artistas, o como techo para indigentes y transeúntes sin hogar, o como refugio para algún yonki con ganas de curar su ansiedad.
    De todas formas las ruinas de las que os hablo, no están tan cerca de la civilización como para usarlas de alguna de estas maneras, así que aún es más interesante adivinar quién osaría subir hasta la terraza de esta casa ese sofá rojo destartalado.

  

    Encarado hacia levante, hacia el amanecer, y dando la espalda al ruido de autopistas, trenes y aeropuertos, siendo testigo de como se talaron los campos de olivos que lo rodeaban, de como el resto de torres fueron cayendo y de como las carreteras y las urbanizaciones se fueron acercando y cercandolo, de como crece la ciudad, y teniendo la certeza de que en algún momento será engullido por ella, sigue allí donde lo dejaron observando el amanecer todos los días.

Salud.

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